En México y en nuestra patria el toreo a
caballo –que ya se practicaba desde el virreinato– alcanzó singular
importancia. En Lima la suerte nacional. En México, no se concebía el
toreo al margen de la caballística, desarrollándose espectáculos
típicos, jaripeos sobre excelentes monturas, muy alejados de lo taurino.
Se banderillaba a caballo. Había pocos que toreaban a pie y ejecutaban
la suerte suprema con estocadas de mete y saca.
Tal era el panorama del mundo del toro
en México cuando arribó a esas tierras, en 1831, Bernardo Gaviño Rueda,
nacido en Puerto Real, Cádiz, el 20 de agosto de 1812. Fue él quien
reintrodujo los elementos clásicos de nuestra fiesta en México,
comenzando por el traje de luces, la montera, la suerte de varas y las
banderillas a pie. Gaviño enseñó a los toreros aztecas a dejar el
estoque en el morrillo de los morlacos.
Gaviño rueda reintrodujo los elementos clásicos de nuestra fiesta en
México, comenzando por el traje de luces, la montera, la suerte de varas
y las banderillas de a pie.
Gaviño, restaurador del arte de
Cúchares en México, formó una cuadrilla con toreros de esa tierra y vino
a nuestras costas llegando al Callao el 28 de diciembre de 1870. Lo
acompañaban dos espadas, dos banderilleros a caballo, tres de a pie y un
cachetero. Don Manuel Miranda, empresario de Acho, tenía ya rematados
sus carteles y por ello Gaviño y su cuadrilla debutaron en la plaza de
toros del Callao, el 14 de enero de 1871. Este coso pertenecía a la
Beneficencia del primer puerto y se inauguró en 1861. Tuvo vigencia
hasta 1878 y después inició una larga decadencia hasta que fue demolido
en 1918. Se ubicaba entre las actuales calles Venezuela, Uruguay y
Constitución, camino hacia el antiguo Hospital de Guadalupe, también
desaparecido.
Gaviño actuó en el Callao con gran
éxito en once oportunidades y después, con parte de su cuadrilla,
retornó a Acapulco para seguir toreando en México. Tenía 73 años de edad
y mermadas facultades cuando el 31 de enero de 1886 Gaviño toreó en
Texcoco (tierra de Silverio Pérez), donde un toro de Ayala, de nombre
Chicharrón, le asestó una profunda cornada en la región isqueorrectal,
que le produjo una gran hemorragia. Llevado a la ciudad de México, el
anciano diestro agonizó a causa de la infección durante varios días y
falleció el 11 de febrero del ya mencionado 1886.
Todos los tratadistas de la historia
del toreo en México reconocen a Gaviño como punto de partida de la
renovación de la fiesta. Como no podía ser de otra manera, varios
corridos relataron la muerte del diestro. Uno de los más populares
concluía así: “Ya me despido, señores, / con tristeza y desaliño, / aquí
se acaban cantando/ los recuerdos de Gaviño”.
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