lunes, 27 de febrero de 2012

Don Bernardo Gaviño _ El primer torero Mexicano en tomar la alternativa


Ponciano Díaz Salinas “El Charro de Atenco”

“La Galería de Hombres Ilustres”, sección creada en el cementerio de Santiago Tianquistengo, Estado de México no solo para dar sepultura a hombres de esa tierra que han dado lustre a partir de sus muy particulares actividades, sino también a rememorar la trayectoria que han trazado de modo permanente, recoge desde 1994 en su seno a personajes que bien ganado se tiene el mérito de encontrarse en dicho lugar. Nos referimos al diestro Ponciano Díaz Salinas “El Charro de Atenco” (1856-1899) quien hasta el 14 de abril de 1994, reposó en el Panteón Tepeyac, sitio que durante 95 años fue su morada. El día 15 de abril de 1994, en medio de una ceremonia fastuoso y respetuosa, a la vez vuelve a ser abrazado en su tierra natal. Entre los numerosos aspirantes que se acercaron al matador español Bernardo Gaviño radicado en México para enriquecerse con sus enseñanzas, destacó uno que al paso del tiempo llegaría a ser ídolo de multitudes y el primer torero mexicano en tomar la alternativa: Ponciano Díaz Salinas “El torero con bigote”.

Respetando la tradición lo bautizaron con el nombre de Ponciano ya que nació un 19 de noviembre, día consagrado a ese santo.

Logró tener gran conocimiento de los toros, gracias al contacto que tuvo con el ganado bravo de Atenco. Mató su primer novillo a principios del año 1877 durante una fiesta, y un año después toreó en la cuadrilla del valiente coleta chihuahuense Lino Zamora.

Ponciano actuó como banderillero con los hermanos Hernández y posteriormente con su maestro Bernardo Gaviño. Sostuvo frecuentes enfrentamientos con sus compañeros y con los aficionados, debido a sui decisión de hacerse matador, costase lo que costase. Poco a poco fue adquiriendo numerosos adeptos como gran fama, por sus excelentes pares de banderillas, que colocaba a caballo. Suerte en la que era un indiscutible maestro y quien mejor la realizaba. Por lo contrario su toreo a pie era pobre, poco artístico y sin soltura con la muleta. Con frecuencia ejecutaba la suerte suprema con bajonazos y metisacas, no importándole por esto enfrentar sea cualquier toro, estuviera pasado de edad o de pavorosa cornamenta; pero posteriormente perfeccionó si estilo y mataba de buenas estocadas a “volapié” o “aguantando” como refiere las crónicas de la época.

A fines de 1984 y principios del 85 fue el primer mexicano que se haya presentado en los Estados Unidos, actuando en varias corridas incruentas en Nueva Orleáns, Luisiana, causando gran sensación sus actuaciones entre los espectadores norteamericanos. A mediados del año 1989 se despidió del público de la capital para efectuar su único viaje a España, en compañía de sus picadores Agustín Oropeza y Celso González. Ocho veces actuó en ese país y Portugal, ejecutando suertes charras, así como clavando banderillas a caballo... El 17 de octubre de ese mismo año tomó la alternativa en Madrid, cuando Salvador Sánchez “Frascuelo”, con el testimonio de Rafael Guerra “Guerrita”, le dio la alternativa al cederle el toro “Lumbrero” del Duque de Veragua...

Cuando regresó a México, tuvo que quedarse un tiempo en la Habana, Cuba, pues las corridas de toros estaban de nuevo prohibidas. Posteriormente, ayudó a erigir la plaza de toros del Paseo Bucareli, misma que inauguró; además, fue empresario y protector de aspirantes a torero.
A Ponciano se le recuerda como iniciador que fue de la corriente que imprimió las esencias del toreo mexicano, tan semejante, pero al mismo tiempo tan distinto al toreo español, con matices tan particulares y propios.
Ponciano Díaz, agobiado por la terrible soledad en que se encontraba, ante el abandono de sus seguidores y amigos, el deceso de su madre y su continuo peregrinar por bares y cantinas, murió el 6 de abril de 1899 en la ciudad de México, concluyendo de esta forma la vida del hombre y naciendo la leyenda, el mito de Ponciano Díaz Salinas “El Charro de Atenco”.

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